DÍA 11: VIAJE A KOH TAO

Hemos pasado dos días de paisajes de ensueño y hemos tenido una suerte increíble con el tiempo, ya que nos han salido dos días espléndidos en temporada de monzón y en una zona en la que en teoría hace peor tiempo ahora mismo. No obstante, hemos decidido seguir nuestro viaje tailandés poniendo rumbo a un nuevo destino: Koh Tao. ¿Por qué? Aunque preciosa y no con tanto turista como pensábamos encontrar, Krabi ha sido la zona más cara y más turística de las que hemos visitado, y queremos relajarnos unos días en otra isla que sea algo más tranquila y auténtica. ¿Lo encontraremos en Koh Tao? Hacia allí nos dirigimos, primero en autobús por una carretera rodeada de jungla y luego en ferry. Son unas 6 horas de viaje que nos han costado 900 bahts por cabeza (23 euros aproximadamente, una vez más el precio más barato que hemos encontrado en la misma agencia donde contratamos la excursión a las Phi Phi).

Llegamos a nuestra nueva isla casi a la hora de cenar, pero no hay prisa porque ya tenemos habitación reservada sobre la misma escuela de buceo con la que nos sumergiremos por primera vez para ver de cerca la vida de los peces, Ihasia.

Un taxi nos espera y nos salva de la marabunta de taxistas que casi se abalanzan sobre los cientos de turistas que desembarcamos a un tiempo. Es una de tantas pick up (junto a la moto, el transporte preferido de los tailandeses), así que subidos en la parte trasera, atravesamos por primera vez la isla en la noche.

El Brujo nos espera en Ihasia y, muy amable, nos lleva hasta nuestra habitación y nos explica que tanto el hotel como el restaurante lo regenta un matrimonio muy divertido compuesto por una tailandesa muy seria y con carácter y un austriaco flacucho que siempre anda como un poco perdido. No le falta razón cuando nos cuenta que la comida que preparan es estupenda. De hecho, haremos allí prácticamente todas nuestras comidas diarias. ¡Lo mejor es cuando para cenar tienen tempura de gambas o pescado fresco! Tan fresco que les ves traerlo del mar. Incluso puedes pedir una tortilla de patata con pan tumaca o un gazpachito, que han aprendido a hacer y que por cierto, están estupendos.

La habitación, en la cual esta vez pernoctaremos 5 noches, nos cuesta 350 bahts por noche, algo menos de 9 euros. El precio más barato de todo el viaje. La habitación es modesta, todo hay que decirlo. Con baño al estilo tailandés (esto quiere decir que el propio baño en sí es la ducha y que el váter no tiene cadena, sino que hay que vaciar en él un cubo con agua). Día tras día, además, nuestro baño comienza a tener playa propia, ya que nadie pasa ningún día a barrer, pero en fin… Es gracioso cómo las habitaciones carecen de cristales en las ventanas y no hay ni una sábana que echarse por encima en la cama. Total, ¿para qué? Eso sí, no falta el ventilador de rigor y, desde esa esquinita de la bahía de Chalok, al sur de la isla, las vistas son preciosas.

DÍA 12: KOH TAO

¡Hoy hacemos nuestra primera inmersión!

Después de desayunar y de contemplar por primera vez nuestra bahía de día, nos reunimos con los monitores de Ihasia que, ahí mismo debajo de nuestro hotel, nos explican con calma cómo funciona el equipo de buceo y cuáles son las señas de comunicación debajo del agua. Al mediodía cogemos las bolsas con el equipo y, con nervios y emoción, subimos al barco que nos llevará hasta el punto de buceo.

Cuesta saltar por primera vez del barco, con el peso y lo aparatoso del equipo que te encierra como en una jaula. Una vez en el agua cuesta un poco aprender a moverse por la superficie, pero una vez te sumerges, toda la incomodidad, los nervios y la sensación de torpeza desaparecen para dejar lugar a la ingravidez. Antes de sumergirnos, los monitores nos han explicado muy bien cómo funciona todo y hemos hecho algunas pruebas, así que no hay ninguna sensación de miedo. Ahora sólo toca jugar con la flotabilidad y disfrutar del paisaje subacuático. Resulta muy curioso y divertido cómo sólo con hinchar un poco más nuestros pulmones subimos como un globo, para esquivar los corales, y lo rápido que bajamos si hacemos el ejercicio contrario. ¡Es increíble cuánta vida hay allí abajo, tan cerca de la playa y de la superficie! Descendemos unos 7 u 8 metros y es fascinante el trajín que se llevan los peces. Ellos también juegan, descansan, comen, interactúan entre los corales al alcance de nuestra mano, sin inmutarse.

¡Nuestro bautizo ha sido todo un éxito! Sólo algo de técnica que perfeccionar… Para no parecer patos ahí abajo y que los peces no se rían tanto al vernos pasar. Mejoraremos el estilo en nuestra segunda inmersión, no cabe duda.

Para cuando volvemos a la escuela y terminamos de comer, ya no queda mucho rato de sol, así que nos tiramos un rato en la playa de la bahía. Por la noche repetimos el tomarnos algo en un bar de rastafaris tailandeses muy graciosos que hay en la playa. A veces hay concierto en vivo y casi todas las noches uno de ellos se marca unos pasos alucinantes con las cariocas de fuego. Un fin de jornada relajante para un día emocionante.

DÍA 13: KOH TAO

Hoy El Brujo nos ha dado el día libre, así que decidimos alquilar un kayak, unas gafas con tubo e irnos de excursión por las playas del este de la isla. Además, andar lo menos posible es la mejor opción, porque Clara anda coja por culpa de un dedo infectado tras un golpe en una playa de Railay con una roca o coral, infección que le tendrá cojeando de aquí al final del viaje. Así que cuidado con bañar las heridas recientes en aguas tan cálidas como las de Tailandia, ya que hierven de bacterias ansiosas por dejarnos un dedo al más puro estilo zombi.

El mar es tan calmo que no nos cuesta mucho movernos de cala en cala durante el día, subiendo hasta la playa de Tanote. No son playas tan impresionantes como las de la zona de Krabi, pero son muy bonitas y se respira calma de verdad. Esta es una sensación que inspira toda Koh Tao. Hay muchos turistas, pero debemos de estar muy bien repartidos (o la mayoría de ellos en la zona oeste, donde hay más tiendas y bares), porque todas las playas están tranquilas.

Hacemos un par de paradas para seguir admirando con nuestras gafas alquiladas la riqueza en flora y fauna marina con que te encuentras en cuanto te sumerges 5 cms en el agua. En Shark Bay, como su nombre indica, ¡conseguimos nadar con un tiburón! Pero que no cunda el pánico, no somos tan valientes como para ir persiguiendo a un gran tiburón y flotar a unos centímetros de él. Los tiburones que suelen dejarse ver en esta bahía son los de punta negra. Son inofensivos y pequeños, al menos el que vimos nosotros.

De vuelta en la bahía, contemplamos un atardecer espectacular sobre nuestra canoa. Comienza otra noche tranquila en Chalok Bay.

DÍA 14: KOH TAO

Hoy hacemos nuestra segunda inmersión. Ya conocemos la primera sensación, hoy toca perfeccionar y, sobre todo, ¡disfrutar!

Nos sumergimos en la misma bahía del otro día pero en otra zona. Hoy nuestro monitor nos explica las graciosas relaciones sociales de los seres marinos con que vamos a cruzarnos. Nos hace especialmente gracia observar a las gambas ciegas limpiar la casita de los peces que les sirven de guía y que ahora nos observan vigilantes en la entrada de su agujero, aparentemente sin avisar a la pobre gambita, que sigue sacando arena. No nos falta ver a la raya moteada descansando en su guarida, ni al Trigerfish. De este último nos alertó rápidamente el monitor y nos alejamos poco a poco, ya que se trata de un pez enorme (y precioso, por cierto) que es muy territorial y… em… come coral, así que imaginad qué dientes tiene… Y cuando siente que alguien está invadiendo su espacio saca una cresta muy punky y se lanza como una flecha contra el intruso. Jorge se despedirá de él antes de que nos vayamos de Koh Tao.

Casi una hora más tarde, termina nuestra última inmersión. Oh… ¡Qué pena! ¡Ha sido estupendo!

Lo único malo de nuestros días isleños es que se nos hacen cortos y tras la puesta del sol encontramos poco que hacer que no sea gastar y gastar en los bares de la playa… Eso sí, hemos descubierto un rinconcito maravilloso debajo de nuestra habitación con unas hamacas con vistas a la bahía. Es perfecto para dejar que el sueño y el cansancio del día nos vaya meciendo poco a poco.

DÍA 15: KOH TAO

Desgraciadamente, hoy es nuestro último día en la isla. Mañana toca volver al ajetreo y calor de la gran ciudad de Bangkok, hecho que, hemos de reconocerlo, nos da mucha pereza.

Hoy queremos recorrer a pie (aunque alguna vaya un poco renqueante) la zona oeste de la isla hasta llegar a la playa de Sairee (la zona más turística, donde está la «ciudad»). Los caminos son inciertos y están plagados de subidas y bajadas por senderos de cabras. A los lados vamos dejando bungalós, pertenecientes a diversos resorts. Y de vez en cuando nos encontramos con alguna calita a la que bajar a bañarnos. Aquí sí que están realmente vacías las playitas. Al tener un acceso tan difícil, seguramente los cuatro gatos que hay en ellas se alojen en alguno de estos bungalós.

Al llegar a la playa del Banana Rock hacemos una parada larga. Queríamos conocer este bar de decoración pirata, así que comemos en él. Por la tarde emprendemos de nuevo la marcha (esta vez el camino está transitable) y no tardamos mucho en llegar a Sairee, donde nos daremos un baño de despedida antes de que empiece la lluvia. Hemos tenido una suerte increíble con el tiempo, pero es muy curioso cómo cada noche hemos podido contemplar una tormenta naranja en el horizonte.

En este último baño, Jorge, que se ha aventurado haciendo snorkel por unas rocas algo más alejadas de la paya, ha avistado de nuevo al Trigerfish comiendo coral (el pez, que no Jorge). Aunque agradeciendo que haya venido a despedirse, Jorge no tiene muchas ganas de alargar la despedida precisamente con él y decide apresurarse a dar este último baño por finiquitado.

Hacemos el camino de vuelta por la carretera principal (en realidad, la única carretera de la isla), ya que el pie de Clara ha cumplido por hoy con tanto trote por la selva. Y en media hora estamos de vuelta en nuestra querida Chalok Bay, de quien toca despedirse esta noche con unos cócteles en nuestro bar de los rastas.

DÍA 16: VUELTA A BANGKOK

Y sí, hoy es el triste día en que toca despedirse de la tranquila y familiar vida de Koh Tao. Aunque el pie de Clara agradecerá alejarse por fin de estas aguas tan bacterianas.

Hemos contratado esta etapa del viaje de nuevo con Lomprayah, que se encarga del trayecto por tierra y mar, y nos ha costado 1100 baht por cabeza (más o menos 28 euros). Muy a nuestro pesar, a las 9 montamos de nuevo en una pick up, que deshará, esta vez a la luz del día, el camino hecho hace 4 días. En el puerto cogemos un ferry, cargado hasta arriba de guiris como nosotros, que nos dejará en Chumpon. Una vez allí cogemos un autobús que nos cruzará tierras tailandesas hasta llegar a Bangkok.

Hoy toca estar toooodo el día viajando. ¡Disfrutemos del paisaje y de la gran tormenta que nos pilla en el ferry de vuelta!

Tras 13 horas de viaje llegamos a la gran ciudad. Clara tiene algo de fiebre, ¿quizás relacionada con la infección del dedo, que además se le ha extendido a otro? El caso es que lo mejor es ir directos al hotel, esta vez reservado prácticamente en Khao San Road, para cenar algo rapidito e ir directos a la cama. Y eso hacemos, obviando todo el bullicio de fiesta guiri (¿podría decirse prácticamente norteamericana?).

El hotel en que nos alojaremos durante nuestros últimos tres días de viaje se llama Lucky Hostel, por 490 baht la noche, unos 12,5 euros entre los dos. No está mal, pero es el lugar más ruidoso en que nos hemos alojado, y al estar la habitación al lado de las escaleras escuchamos a los borrachos que llegan gritando a cada hora por la noche, menos mal que para las siguientes noches nos cambian de habitación.

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