JERASH
Después de comer, finalmente decidimos ir directamente a Jerash (Gerasa) y visitar sus famosas ruinas romanas, que fueron parte de la Decápolis. Fue la decisión acertada pues, aunque llegamos un poco tarde, pudimos verlas al completo, ya que cerraban a las 19:00, pero pudimos alargar un poco más nuestra visita porque nadie nos echaba… La entrada está incluida también en el Jordan Pass y, si quieres visitar las ruinas de Jerash con calma, lo ideal es dedicarles unas 3 horas, pues, aunque todavía queda mucho por excavar, se conserva una gran parte de lo que fue esta importante ciudad romana y hay mucho que ver.
Al visitarla no hace falta demasiada imaginación para verte recorriendo sus calles llenas de romanos, de carros, de mujeres con cántaros de agua o para entrar a sus templos e imaginarte los altares y a los sacerdotes. Las ruinas romanas de Jerash son una visita que no puede faltar si viajas a Jordania. Sin embargo, aparte de esta inmensa colina que guarda tanta historia, en la Jerash moderna no hay nada más que hacer. Por ello, mucha gente hace la visita en el día y se hospeda en Amman, que queda muy cerca (a media hora en coche aproximadamente).






Nosotros, sin embargo, sí que nos alojamos en Jerash, y es que no teníamos muy claro qué hacer al día siguiente. Nuestra duda principalmente era si subir un poco más al norte del país y visitar otros enclaves de ruinas romanas, como Pella y Umm Qays, aprovechando para pasar también por el castillo islámico de Ajlun o si volver a Amman y finalizar allí tranquilamente nuestro viaje por Jordania. Finalmente nos decantamos por lo último. Quizás subir al norte y ver estas importantes ruinas a la par que disfrutar por fin de un paisaje verde habría sido más bonito que la capital, donde al final no encontramos tantas cosas que hacer como habíamos imaginado, pero nos parecía que íbamos a hacer muchos kilómetros en poco tiempo para ver ruinas similares a las que ya habíamos visto a lo largo de nuestro viaje y teníamos curiosidad por ver un poco más en profundidad qué tipo de vidilla bulle en la capital…
Por lo tanto, aquella mañana que amanecimos en Jerash, donde, vistas sus famosas ruinas romanas, ya no nos quedaba nada más que hacer, nos subimos al coche tras el desayuno y en poco rato nos plantamos en nuestro último destino del viaje: Amman.
AMMAN
En realidad no pasamos mucho tiempo en la ciudad, pues al final le dedicamos aproximadamente un día y medio, pero nos pareció tiempo más que suficiente para ver sus principales puntos turísticos e incluso nos sobraron algunas horas. Por supuesto, seguro que en una ciudad tan grande como esta hay muchísimas más cosas que hacer de las que nosotros hicimos, pero cuando llegas a un lugar así, tienes que decidir cómo vas a querer desplazarte y nosotros decidimos no mover el coche una vez lo aparcásemos cerca del hotel, para hacer turismo a pie, por lo que alejarse del centro no era una opción y nuestros puntos turísticos a visitar quedaron reducidos al centro de la ciudad. Amman es una locura de ciudad para conducir. Menos mal que era Jorge quien llevaba el coche, porque alguien que no sea un conductor muy hábil es muy probable que se lleve algún golpe. Hay muchísimo tráfico y nadie respeta los carriles. De hecho, es que en muchos casos no existen los carriles. Entre eso y los atascos, podéis imaginar el tipo de conducción con que te encuentras conforme te acercas a la capital… Lo dicho: mejor dejar el coche aparcado y moverlo lo menos posible.
Nuestro hotel, el Arab Tower Hotel, estaba en el centro, así que al entrar a Amman hicimos una parada en una gran mezquita alejada del centro que queríamos ver antes de llegar a nuestro alojamiento y que nos pillaba lejos como para ir más tarde andando. Se trata de la Mezquita del Rey Abdalá I. Habíamos leído que era la única mezquita de la ciudad que los turistas pueden visitar por dentro y queríamos ver también su exterior, tan atractivo con esa gran cúpula azul. Sin embargo, una vez allí nos pareció que tampoco era tan bonita (acostumbrados a la belleza de las mezquitas de Estambul) y que por dentro iba a ser una de estas mezquitas modernas un poco «minimalistas». Por otro lado, había que pagar entrada para verla, así que… una vez vista por fuera, nos fuimos. Además, habíamos dejado el coche mal aparcado y un policía estaba a punto de ponernos una multa cuando llegamos. Eso de «donde fueres haz lo que vieres»… en este caso mejor no aplicarlo.
Nosotros queríamos ver dos museos en Amman: el Museo Arqueológico, que está en la Ciudadela, y el Museo de Jordania. Como la visita a la Ciudadela la queríamos dejar para hacer con calma a la mañana siguiente, decidimos ir el primer día al Museo de Jordania. Este museo no está incluido en el Jordan Pass, pero la entrada son sólo 5 JOD y merece la pena si quieres aprender sobre la historia de Jordania a todos sus niveles. La verdad es que pasamos en él mucho rato y de hecho se nos hizo tardísimo para ir a comer.




Una de las cosas buenas de Amman es que, al ser un lugar menos turístico, los precios bajan muchísimo. Tras haber estado en lugares como Petra o Wadi Rum, nos dimos cuenta de lo caro que lo habíamos estado pagando todo. Nosotros comimos en un restaurante tradicional llamado Hashem. Era uno de estos sitios de toda la vida donde tienes poco para elegir y comes de calle, pero está bien si quieres ver algo más auténtico y barato. El restaurante se encuentra en la zona céntrica de las calles de Faysal y Hussein, muy cerquita de nuestro hotel. Por la tarde dimos un paseo por la zona y disfrutamos del trajín incansable: tiendas de todo tipo, vendedores ambulantes, familias de paseo o comiendo en las terrazas de los bares…
Allí, por la zona de la calle Al-Hashemi, está también el bazar (que nosotros visitamos al día siguiente) con sus esquinas de agradables aromas a especias y sus puestos de gallinas, palomas y otros polluelos enjaulados, con un olor del demonio… Así que en un segundo pasas de mimar a torturar tu olfato. También en la calle principal se puede ver desde fuera la hermosa Mezquita Al-Hussein. Y de camino al Teatro romano está el Ninfeo romano, aunque actualmente se encuentra cerrado y es poco lo que se puede ver desde fuera.
El Teatro romano es otro de los lugares para visitar. Cuando nosotros fuimos estaban montando un espectáculo, así que la entrada a la plaza donde se encuentran tanto el teatro como el Teatro del Odeón, llamada Plaza Hachemita, estaba cerrada para la gente, pero a los turistas nos dejaban pasar. Pudimos ver el teatro, pero no el Odeón, que estaba cerrado ya a esas horas de la tarde.
Una vez pateado el centro, nosotros subimos colina arriba para conocer una calle que debe de estar un poco de moda como zona alternativa: Rainbow Street. En esa calle y algunas de sus bocacalles hay bares y restaurantes modernos llenos de colores y terrazas originales. Los precios, por desgracia, van acordes… Pero si tienes tiempo puede estar bien para ver algo diferente y tomarte algo viendo el atardecer.
Para cenar volvimos a la zona de la calle Faysal y allí, entre todo el jaleo de gente, encontramos una mesita en una terraza en la que comernos un shawarma mientras observábamos el trajín de las decenas de familias jordanas que habían salido a pasar una velada juntas. Había también en las inmediaciones un pequeño local hasta el que llegaba una fila enorme. Una fila que ya veníamos observando a lo largo de toda la tarde. Ese local, llamado Habibah, vendía un dulce de hojaldre y queso que merece la pena probar. Y eso es exactamente lo que hicimos. Para terminar la jornada, en nuestro hotel, subimos a la azotea, que hace honor a su nombre y se eleva como una torre sobre una de las calles principales del centro. Desde allí hay unas vistas bien bonitas de la ciudad y de la Ciudadela, que se alza cerca y todavía más alta.






Amaneció al día siguiente nuestro último día en Jordania. Por la tarde teníamos que ir a devolver el coche de alquiler y, de allí, al aeropuerto. Así que teníamos una mañana para visitar la Ciudadela y parte de la tarde para descansar y vagar un poco más por Amman antes de salir de viaje.
La Ciudadela de Amman es el punto de interés turístico de la ciudad por excelencia. Se encuentra en la cima de la colina más alta de la ciudad y es, por lo tanto, su mejor mirador. Desde ella la ciudad se pierde en la distancia con sus casas blancas subiendo y bajando colinas como si fueran las olas de un mar urbano. Este punto del mundo fue uno de los primeros asentamientos humanos, pues estuvo habitado desde el Neolítico durante más de 7000 años. Todavía no está explotado arqueológicamente al completo, pues aún quedan varias zonas por excavar, así que es posible que todavía guarde sorpresas… Como es de imaginar, un enclave habitado durante tanto tiempo y en una zona con tanto cruce de comerciantes y conquistas, fue hogar de culturas y religiones muy diferentes: romanos, judíos, omeyas… Así que es un interesante museo al aire libre en el que todavía quedan unas cuantas ruinas en pie, vestigio de aquellas épocas, como la iglesia bizantina, el templo de Hércules o el palacio y la cisterna omeyas. Además de andar entre piedras con tanta historia y de disfrutar de las vistas de Amman, en la Ciudadela también puedes entrar al Museo Arqueológico para ver restos arqueológicos hallados allí mismo y en otros enclaves de Jordania. Nosotros dedicamos más o menos una mañana a visitar la Ciudadela al completo, sin prisa y sin madrugar demasiado.



Una vez visitada la Ciudadela, volvimos a la calle que hay frente a la Plaza Hachemita y el Teatro Romano, donde comimos en uno de los pequeños restaurantes que había según avanzas un poco más hacia arriba de la calle (pues era menos turístico y más barato). Después de comer, nos despedimos del viaje con un té y una shisha en la terraza de uno de los bares que miraba directamente hacia el Teatro romano y nos dimos un último paseo por el centro de la ciudad para callejear y decir adiós a Jordania, ese país tan amable que te lleva de la mano por las arenas del desierto y por las rocas de la historia.
Merece la pena mencionar la cantidad de grafitis urbanos que hay en la ciudad, para muestra, un botón:







