WADI RUM

Desde Petra viajamos a otra de las joyas indispensables de Jordania: Wadi Rum. Hoy en día, viven en el desierto varías tribus de beduinos y hay 3 pequeños pueblos. La gente allí se dedica a diversos oficios pero, sobre todo, al turismo, pues el desierto está lleno de campamentos de beduinos donde hospedarse, de jaimas donde tomar el té y de actuaciones turísticas como montar en camello o hacer excursiones en 4×4.

Wadi Rum es un desierto que está a mucha altitud, pues es un valle elevado a 1600, y de ahí su nombre, ya que «rum» en arameo o significa «alto» y «wadi», en árabe, se emplea para referirse a un «valle seco». Sus arenas rojas, amarillas y negras, así como sus gigantes rocas de arenisca y granito, han vivido mucha historia. Diversos pueblos lo han habitado desde la Prehistoria. Entre ellos, los nabateos dejaron su huella a través de inscripciones en las rocas que, a través de dibujos y texto, muestran los animales que habitaban la zona, dónde encontrar agua y este tipo de detalles para otros nómadas que fuesen a pasar por allí. Era el Google de antaño…

Pero Wadi Rum es también un original desierto que, sin saberlo, ya hemos visto a través de la pantalla en contadas ocasiones como escenario de muchas películas, entre ellas: La Guerra de las Galaxias, Dune, Lawrence de Arabia y The Martian. Así que los guías que contratas para que te enseñen el desierto te llevan a varios puntos y te dicen que allí Matt Damon rodó tal o cual escena, para que te hagas la foto con el mismo fondo, etc.

Y, ¿qué se puede hacer en Wadi Rum? Nosotros estuvimos allí un día y medio pero, en realidad, pensamos que con estar allí un día completo sería suficiente. Al fin y al cabo, no puedes hacer nada por tu cuenta y las actividades que tienes para contratar son caras. Es el sitio donde más dinero gastamos con diferencia. No es un desierto que tenga sendas como para echarse a andar, así que debes recorrerlo en 4×4. Para eso, debes contratarlo y el conductor-guía te lleva de un rincón a otro, en función de las horas que hayas contratado. Otra cosa que puedes hacer es darte un paseo en camello.

Estas fueron las dos actividades que hicimos nosotros. La primera tarde dimos una vuelta en todoterreno de 2 horas y vimos el atardecer en el desierto. Sin duda fue muy bonito. Nos recordaba un poco a Namibia y algunos de sus desiertos, pues es el viaje que habíamos hecho el verano anterior.

Wadi Rum está hecho de arenas amarillas y rojizas, a veces cubiertas por piedras negras que parecen crear una capa crujiente sobre el amarillo de las dunas y de repente emergen formaciones rocosas de formas y tamaños increíbles, que parecen talladas o incluso inscritas por el hombre. Esas formaciones rocosas dejan formas peculiares: setas, barcos, puentes, cañones, cuevas… y los guías te llevan a conocer las más famosas, así como a los puntos con las mejores vistas panorámicas. Hay, por supuesto, enclaves de interés histórico, como los lugares donde vivió Lawrence de Arabia, puntos con petroglifos nabateos o puntos con pozos que los beduinos aún hoy emplean para dar de beber a sus camellos y su ganado. Sinceramente, nuestro guía, Ahmet, era un chaval muy simpático, pero su inglés era limitado (como el de la mayoría de los jordanos) y no nos explicaba muchas cosas. Tener un guía con más conocimientos históricos de una zona tan interesante como esa y mejor nivel de inglés seguro que habría mejorado mucho la experiencia. Más adelante descubrimos que había un cañón lleno de petroglifos nabateos al que no nos llevó y, de haberlo sabido, quizás habría estado bien pedirle que nos acercase allí.

El segundo día cogimos una excursión en 4×4 de 6 horas. Así que fuimos hacia la zona que no habíamos visto el día anterior. Con estas dos excursiones creemos que vimos casi todo el desierto. Sin duda fue precioso, pero resultaba un poco duro soportar el calor tanto tiempo, a pesar de que subidos en la parte trasera del 4×4 el aire nos refrescaba y de que nuestro guía hizo muchas paradas para tomar té en las tiendas de los beduinos. Por cierto, este té que te ofrecen es siempre gratis. Seguramente ya tengan apalabrado algún precio fijo con los guías que estos les paguen del dinero que los turistas les damos por las excursiones… De paso, venden también recuerdos y bebidas por si aprovechas para comprarles algo. En una de las jaimas uno de los beduinos incluso nos ofreció un concierto.

Por la tarde, tras una buena siesta en nuestra habitación, fuimos a montar en camello a la hora del atardecer. A ver, esto de montar en camello es obviamente una «turistada». Nosotros fuimos con otras dos chicas italianas que acababan de llegar al campamento y el hombre de los camellos iba delante andando mientras tiraba del primer camello, con los 4 camellos atados entre sí. Por lo tanto, vas andando tranquilamente todo el rato, que nadie espere ponerse a toda velocidad… Pero nosotros tampoco queríamos más. Sólo la experiencia de saber lo que sentían antaño esos comerciantes de largas caravanas atravesando lentamente el desierto subidos a estos animales tan grandes y llenos de personalidad. Y la verdad es que lo pasamos muy bien, ¡con caída de camello incluida! Es que los camellos pueden ser muy perros a veces… Nos impresionó lo inteligentes y divertidos que son, pues nunca habíamos tratado tan de cerca con ellos.

Respecto al tema del alojamiento en Wadi Rum, si vas a hacer noche en el desierto, te hospedarás en uno de los campamentos beduinos (así los llaman, pero no esperes jaimas auténticas). Normalmente, tu coche se quedará a esperarte fuera de las arenas del desierto mientras tú disfrutas de él. Hay muchísimos campamentos y, por lo que vimos, todos tienen una estructura muy similar, aunque la calidad y el precio varíen. Todos tienen una serie de habitaciones en módulos individuales que imitan a las jaimas de los beduinos o a burbujas de plástico (para ver las estrellas, obviamente estas últimas son mucho más caras), así como una «jaima» principal donde te sirven el desayuno, la comida y la cena.

Nosotros nos alojamos en el Titanic Rum (del primer tipo) y no lo recomendamos. ¿Por qué? Por la experiencia en general. En primer lugar, tuvimos problemas con el aire acondicionado, que funcionaba a ratos. En Wadi Rum hacía más calor que en Petra y dormir en esas habitaciones que se recalientan tanto sin aire era imposible. Por otro lado, el dueño del hotel era un tanto peculiar, o quizás esa es la forma de ser de la gente de allí… La cuestión es que trataba de decidir siempre por nosotros. El día que llegamos, como llegamos dos horas antes de la hora del check-in, nos llevó a su casa, donde nos dejó aparcar el coche para los dos días que iba a durar nuestra estancia y nos invitó a tomar el té. Hasta ahí la verdad es que muy bien. La experiencia fue curiosa, pues conocimos a su familia y cómo son allí sus salas de estar: una habitación llena de cojines-sofá rodeando la habitación, como para recibir a la gente y socializar. La verdad es que en ese sentido fue muy amable y aprovechamos el rato para apalabrar las excursiones y horarios que queríamos contratar.

En otra ocasión, nos dijo que como estábamos solos en el campamento, nos llevaban a cenar a otro campamento suyo, así que nos metieron en su coche y, junto con las otras dos chicas italianas que iban en su propio coche, nos llevaron por el desierto hasta allí, con parada incluida para mirar las estrellas. ¿Qué pasó? Que el coche de las italianas, como era de esperar, se quedó atascado en la arena y no podíamos sacarlo. Ellos, muy tranquilos, nos llevaron a cenar y dijeron que se ocupaban ellos de sacarlo. Las italianas, obviamente, no estaban nada tranquilas… y ya nos reíamos cuando luego nos dijeron que no conseguían encontrarlo… Al final salió todo bien.

Esa noche cocinaron la cena bajo el suelo, al estilo beduino, y nos enseñaron cómo la desenterraban. La verdad es que el pollo con arroz y verduras cocinado bajo tierra con las ascuas durante 4 horas estaba exquisito. Terminada la cena, queríamos volver al campamento porque era tarde, aún no nos habíamos podido ni dar una ducha (pues lo de ir a cenar al otro sitio nos lo dijeron con 5 minutos de preaviso) y aún teníamos que ir a su casa a por el coche y pagarle todo, con la idea de que a la mañana siguiente pudiéramos levantarnos y salir de viaje a la hora que quisiésemos, sin depender de quedar con nadie para estas gestiones. Se acercaba una tormenta (hecho que sucede como 4 veces al año allí) y nos hacían esperar y esperar… Finalmente nos llevaron a casa de un amigo suyo para poder pagar con tarjeta, luego a por el coche…. y por fin a dormir. Vale, genial, ya teníamos el coche y las gestiones hechas: listos para salir de viaje a la mañana siguiente a nuestro propio ritmo. Sin embargo, a la mañana siguiente nos llamaron a la puerta a las 8:30 de la mañana para decirnos que teníamos que ir a desayunar al otro campamento. Estábamos dormidos y nos despertaron, así que enfadados les dijimos que no íbamos a ir a desayunar, pues no estábamos preparados para ir en ese mismo momento. Así, como no nos ofrecieron desayuno en nuestro campamento, nos tuvimos que ir sin desayunar y nos quedamos sin un desayuno que teníamos incluido en el precio. En definitiva, decidían por nosotros en todo momento, lo cual puede estar bien a veces, si no te interrumpe otro plan, pero resulta incómodo, cuanto menos, en otros momentos.

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