Estambul: algunos lo llaman caos, nosotros la llamamos casa.

«Estambul, ciudad y recuerdos», que diría Orhan Pamuk. Desde luego, no es otra cosa para nosotros, que vivimos dos años en ella. Ahora, pasado un tiempo de aquello, nos animamos a escribir una entrada donde intentaremos recopilar consejos y rincones que sólo alguien que ha vivido en ella puede descubrirte. Ábrete sésamo… Allá vamos.

No nos va a resultar fácil resumir tanto en tan poco espacio. Estambul es una de esas ciudades que no te dejan indiferente. Tu paso por ella dejará siempre huella en ti. De nosotros, sin duda, se quedó allí un pedacito.

Estambul: entre dos mundos, entre dos continentes; el pasado y el presente conviven en cada esquina, tocándose las ruinas con la modernidad. Estás pisando historia en cada paso que das, puedes sentarte en una piedra que asoma de la mugre de una calle o entre la hierba de un parque y ni siquiera sabes a qué muralla, a qué mezquita o a qué palacio pudo pertenecer.

Estambul, ciudad abandonada a su suerte. Ciudad acomplejada y al mismo tiempo orgullosa. Estambul, que amanece azul y se acuesta entre brumas rosas y anaranjadas. Estambul es uno de esos rincones blancos y grises al mismo tiempo. Guarda color, vida y belleza y, también, miseria, basura, suciedad y muerte. Decrépita, está en ruinas y renace al mismo tiempo. Es antigua y es moderna. Te acoge y te desprecia. Tiene un tipo de belleza especial. Estambul es única.

La antigua Constantinopla tiene tantas joyas y es, al mismo tiempo, tan inmensa (con más de 15 millones de habitantes), que obviamente no tendrás tiempo de visitar todo lo que aquí vamos a mencionar si, por ejemplo, sólo pasas por ella 3, 4 o 5 días. Sin duda, lo recomendable sería que pases allí al menos 4 o 5 días. Con eso te dará tiempo de visitar los principales puntos históricos de la ciudad y también de perderte un poco por ella y disfrutar de su gente y de su gastronomía.

Sin embargo, si estás planificando un viaje más largo, al final del post te recomendamos también rincones menos turísticos y zonas de los alrededores a las que puedes hacerte una escapadita.

Comenzaremos por lo primero: ¿Hay que sacar visado para viajar a Turquía? ¿Dónde podemos hacer el cambio de divisas? ¿Es necesario contratar un seguro médico para viajar allí?

Respecto a la primera pregunta: Sí. Es necesario un visado para entrar a Turquía. Actualmente existen dos opciones: podemos sacarlo digitalmente antes de empezar nuestro viaje (podéis consultar https://www.evisa.gov.tr/es/info/que-es-el-e-visado/ ) o podemos comprarlo allí mismo nada más aterrizar en el aeropuerto (aunque conviene asegurarse de esto antes de viajar por si acaso con el tiempo eliminaran esta opción). En todo caso, no podremos pasar por el control de pasaporte para salir del aeropuerto en tierras turcas si no tenemos un visado en regla. Afortunadamente, el visado no sale caro, son unos 17 € (asegúrate antes de que tu pasaporte tenga una validez de al menos 6 meses).

Con respecto al cambio de divisas, tenemos una buena noticia y es que (si no cambian mucho las cosas) vas a ser el rey del mambo «subido al euro». Ahora mismo, te dan unas 6 liras por cada euro así que… ¡disfruta del bazar! En fin, ¿dónde puedes encontrar el mejor cambio? Sin duda, no será en el aeropuerto. De modo que nosotros te recomendamos que, nada más aterrizar, cambies lo mínimo que necesites para llegar a tu hotel y luego hagas los cambios más sustanciosos en cualquier oficina de cambio (las hay a miles) que encuentres por las calles de las zonas turísticas. Concretamente, la oficina con mejor cambio de toda la ciudad nosotros la encontramos dentro del Gran Bazar. Aunque explicarte cómo encontrarla sería imposible… Sólo podemos decirte que hace esquina en una de sus laberínticas calles… ¡Suerte!

Con respecto a contratar un seguro médico para viajar a Turquía, sólo podemos decirte que no te sirve la tarjeta sanitaria europea, por lo que si quieres viajar asegurado, deberás contratar uno. Nosotros siempre viajamos con los seguros de Iati, si decides viajar también con este seguro y lo contratas pinchando en la imagen te harán un 5 % de descuento.

Por cierto, hablando de salud, recuerda no beber nunca agua del grifo. En Estambul, siempre agua embotellada.

Antes de comenzar, queremos explicarte que Estambul es, posiblemente, una de las ciudades con más medios de transporte del mundo. Para moverte por su inmenso caos puedes ir en taxi, en autobús, en metrobús (el que tiene carril propio y cerrado), en minibús (los azules), en tranvía, en metro (incluso hay una línea ahora que pasa bajo el mar), en ferry y en funicular. No sé si me dejo alguno… En primer lugar, no te sorprendas ni te mosquees cuando oigas que los taxis y los minibuses te pitan. No te están piropeando ni te están echando la bronca. Te pitan y frenan un poco al pasar junto a ti porque te están preguntando si quieres subir. Si no es así, simplemente pasa de ellos y seguirán su camino.

Lo más probable es que no uses todos estos medios de transporte y que a lo sumo uses el ferry, el tranvía, el metro y el taxi. El taxi es una buena solución si no tienes muy claro cómo llegar a tu destino porque, a diferencia de España, aquí son muy baratos y no duele cogerlos. Si prevés que vas a coger el transporte público en varias ocasiones, puede resultarte útil comprar una tarjeta de transporte: la Istanbulkart, que puedes comprar, por ejemplo, en alguna de las estaciones de ferris de alguno de los puertos y rellenar con el dinero que quieras. Además de la comodidad y de que esta tarjeta la puedes usar para todo el transporte público de Estambul, usarla te sale más barato que ir comprando los billetes sueltos (el Jeton).

Bien, ahora ya estás instalado en Estambul, has dejado las maletas en tu habitación del hotel y estás listo para explorar este maravilloso rincón del mundo. Vamos a contarte primero qué lugares no puedes dejar de visitar, aunque vayas sólo dos o tres días. Pero antes de empezar, si tienes previsto visitar muchos museos (recuerda que, por ejemplo, Chora y Santa Sofía son museos), quizás te salga rentable comprarte la Müzecart. Una tarjeta que cuesta unas 80 liras y con la que puedes entrar a más de 300 museos en todo Turquía. Si te interesa, pregunta por ella en el primer museo al que vayas a acceder.

Los principales puntos de interés turístico se encuentran en el barrio de Eminönü, en zona europea y margen izquierda del Cuerno de Oro. Básicamente, allí comenzó la vida de esta gran urbe que es hoy en día Estambul. Por ello, esta puede ser una zona muy recomendable para buscar tu alojamiento. Te ahorrará desplazamientos. Y, ¿qué maravillas podrás conocer en Eminönü? Empieza por las siguientes:

Santa Sofía (Aya Sofya), la joya de Bizancio. Si sólo pisaras Estambul por unas horas, este es el primer monumento que deberías visitar. Este templo ha cambiado de forma y de fe varias veces con el paso de los siglos. Resumiendo podríamos decir que fue construida inicialmente como catedral ortodoxa bizantina allá por el siglo VI. En 1453, Constantinopla fue invadida por el Imperio otomano, que la transformó en mezquita. Los muros de este templo han vivido, a lo largo de los siglos, terremotos, incendios e incluso una gran masacre en su interior. Hasta llegar al año 1935, cuando la mezquita se secularizó y pasó a ser un museo, tal y como la conocemos hoy en día. Volvieron a descubrirse los muros antiguos de la catedral, raspando el yeso que cubría la mezquita y, actualmente, Santa Sofía deslumbra nuestros ojos con sus característicos mosaicos de oro bizantinos (el más famoso, el del emperador Constantino), sus inmensos medallones con caligrafía islámica del mismo color y su imponente cúpula de más de 30 metros de diámetro. Para entrar a ella tendréis que hacer una larga fila que se mueve bastante rápido y pagar una entrada de 60 liras (tranquilos, cada vez que hagáis todos los cambios a euros se os pasarán los sustos).

La Mezquita Azul (Sultanahmet Camii), construida en el siglo XVII por el Sultán Ahmet I, debería ser, sin duda, tu segunda parada en este mágico enclave. Te la encontrarás alzándose majestuosa frente a Santa Sofía, separadas por parques y fuentes. Para entrar a esta mezquita no hay que pagar entrada y normalmente tampoco te toca hacer fila. Sin embargo, no podrás entrar cuando sea hora de rezo. Además, como en toda mezquita, deberás descalzarte, cubrirte las piernas, los hombros y, si eres mujer, la cabeza. Al ser un punto tan turístico, si no dispones de ropa larga o pañuelo para cubrirte no te preocupes porque te darán en la entrada (gratis). Sin embargo, sería recomendable que lleves siempre algo con lo que puedas cubrirte porque si en alguno de tus paseos por la ciudad quieres entrar a otra mezquita menos turística, no te proporcionarán nada. Un consejo: mejor que lleves calcetines, sobre todo en verano. Con la cantidad de turistas que pisan esa moqueta, el tacto no resulta de lo más agradable para tus pies descalzos…

Esta mezquita es una maravilla para los ojos. Sus paredes están recubiertas por más de 20 000 azulejos de Iznik y sus más de 200 vidrieras y las bajas lámparas circulares terminan de iluminar este espacio lleno de color. Nosotros visitamos este lugar decenas de veces y no nos cansamos nunca. Al igual que Santa Sofía es un auténtico regalo para la vista.

Callejea un poco por detrás de la Mezquita Azul y hallarás un mercado que termina en una plaza donde muchas veces ofrecen conciertos. Por otro lado, junto a los parques y fuentes que separan Santa Sofía y la Mezquita Azul, se extiende otra plaza alargada (Sultanahmet Meydanı) que antaño fue el hipódromo de Constantinopla. En ella se encuentra el Obelisco de Teodosio, traído de Egipto. También en la misma plaza están la Columna Serpentina, la Fuente Alemana y la Columna de Constantino.

Callejeando por Eminönü, sobre todo por detrás de Santa Sofía, es muy probable que encuentres vendedores de salep que van con su carrito humeante. El salep es una bebida que sabe a arroz con leche y está muy caliente. Está muy rico y desde luego entra muy bien en invierno.

El Palacio de Topkapi está detrás de Santa Sofía, rodeado por unas murallas dentro de las cuales se encuentra un parque que debemos atravesar para llegar hasta la puerta de entrada del palacio. Para entrar a él (no vayas un martes, ya que es el día que cierra), habrá que comprar una entrada en las taquillas que hay en el parque frente a la puerta de entrada. Esta vale 60 liras. Sin embargo, si quieres visitar el harén, que es una de las salas que hay en su interior, deberás pagar una entrada aparte (35 liras).

Este palacio es como la Alhambra de Turquía. Fue construido en 1465 después de que Mehmed II tomara Constantinopla. En él vivieron todas las generaciones de sultanes hasta mediados del siglo XIX (reciente, ¿eh?), cuando el Sultán Abdulmecid decidió trasladar su corte al Palacio de Dolmabahçe, mucho más barroco (en esa época ya empezaba a atraerles lo occidental). Ten en cuenta que visitarlo puede llevarte 3 horas perfectamente. Es un conjunto de pabellones, patios y mediterráneos jardines con fuentes desde donde puedes contemplar el Bósforo, el Cuerno de Oro y todo Estambul: Asia, al frente; Europa, a tu izquierda. Hay una cafetería en la que puedes comer o tomarte algo y relajar la vista observando el trajín de ferris y barcos cargueros mientras descansas los pies después de haber visitado todos los pabellones-museo repletos de cerámicas de colores y románticas ventanas de madera donde se guardan los tesoros, objetos y ropajes de la época otomana, entre otras cosas.

En el mismo parque que rodea la entrada al Palacio de Topkapi, dentro también de las murallas, se encuentra el Museo Arqueológico, donde podemos encontrar el sarcófago de Alejandro Magno, entre otros sepulcros y objetos valiosos, como son las partes de la Puerta Babilónica de Istar. Los lunes está cerrado, la entrada cuesta 30 liras y no es un museo que lleve mucho tiempo ver. No resulta muy impresionante por lo que, si dispones de poco tiempo y no tienes un interés especial por alguno de los objetos que puedas encontrar en él, te recomendamos que visites antes otros monumentos.

Muy cerca también de Santa Sofía se encuentra la entrada a las ocultas Cisternas. Tienes que buscarla un poco, ya que se trata sólo de una taquilla donde comprar la entrada (20 liras) y una puerta que te conduce al subsuelo. Las Cisternas (o, en turco, Yerebatan Sarnıcı), quizás no son tan conocidas, pero nosotros pensamos que son de visita obligada. Nunca nadie espera gran cosa de ellas y, quizás por eso, sorprenden. Además, verlas te llevará poco tiempo.

Las Cisternas se construyeron en el subsuelo de una antigua basílica de la que hoy ya no queda nada. Quizás por eso es una sala llena de columnas y cúpulas. Su función, en el siglo VI, era abastecer de agua al palacio, por lo que eran unos depósitos de agua. Hoy en día, podemos pasear sobre el agua por unas pasarelas. La luz tenue, el ondear del agua y los enormes peces de colores que nadan en ella te transportarán a un mundo onírico. Busca también las dos cabezas de Medusa (pero cuidado, no las mires a los ojos). Hay varias teorías, pero parece ser que lo más probable es que las colocaran simplemente para utilizarlas como base de algunas columnas.

Por cierto, si te ha gustado lo de las Cisternas, en la calle que hay detrás de Santa Sofía, existe un restaurante subterráneo muy elegante que está dentro de unas antiguas cisternas. De la misma estética. Cenarás con el sonido del piano y un trombón a la tenue luz de las velas y algunas lámparas tímidas que darán una iluminación especial a las bóvedas. Aunque no es el único, puedes encontrar alguno más por la zona cercana.

Por otro lado, queremos aprovechar también para recomendaros un pequeño rincón escondido para comer muy, muy cerquita de estas dos inmensas mezquitas. Se trata del Cafe Rumist, ubicado en una tranquila calle donde hay también muchos hotelitos. Es cafetería, tienda de lámparas, alfombras y también restaurante. Puedes comer dentro o en la terraza y tanto el servicio como la comida están muy bien y a buen precio.

Mucho menos conocida que los monumentos que acabamos de mencionar es la Pequeña Santa Sofía (Küçük Aya Sofya). Si no la buscas, no la encontrarás. Y, una vez en ella, al final de un callejón, no hallarás apenas turistas, pero sí mucha calma. La llaman así porque por fuera tiene una estructura y un color rojizo muy similar a los de Santa Sofía, pero a muy menor escala. Dicen que se inspiraron en ella para construir a su hermana mayor. Al igual que ella, sus orígenes están en una iglesia ortodoxa. En este caso, sin embargo, el templo sigue siendo una mezquita y, a diferencia de Santa Sofía, los muros del interior siguen estando pintados y se utiliza para el culto. Seguramente la pintura oculta antiguos mosaicos o pinturas ortodoxas. Al tratarse de una mezquita, podrás entrar gratis pero deberás cubrirte y respetar el rezo de los demás. En realidad está muy cerca de la Mezquita Azul y el resto de monumentos de los que te hemos hablado hasta ahora. Pero puede resultar un poco difícil encontrarla, por lo que si vas con poco tiempo, quizás se salga un poco de tu plan.

Ya hemos visto los enclaves históricos más antiguos e impresionantes de Eminönü, ahora puede ser buen momento para ir moviéndonos hacia la zona de los bazares.

En Estambul encontrarás dos bazares principales: el Gran Bazar y el Bazar de las Especias. Sin duda hay que visitar ambos.

El Bazar de las Especias (Mısır Çarşısı) es el más fácil de encontrar y el más rápido de visitar. No te perderás en él y, aunque hoy en día se vende un poco de todo en todas partes, sobre todo hallarás especias y tés. Por supuesto, también juegos de té, molinillos, dulces turcos, cachimbas, etc. El idioma no será un problema, así que no te preocupes. Enseguida te leerán en la cara tu nacionalidad y, si creen que eres español, empezarán a decirte cosas en español, como «¡tenemos veneno para la suegra!» o «¡más barato que el Corte Inglés!» Eso sí… ¡regatea! Espero que seas bueno regateando porque aquí puedes y debes hacerlo. Tú tranquilo, cuando te pases ya lo notarás…

Este bazar está prácticamente junto al puerto de Eminönü y el Puente de Gálata, en una amplia plaza, por lo que es fácil identificarlo y encontrar su entrada. Se construyó en el siglo XVII a la vez que la Mezquita Nueva, con la que comparte plaza. Además de visitar el mercado, las calles que lo rodean están repletas también de puestos de comida y tiendas de dulces y de mil artilugios por las que merece la pena perderse. Entre otras cosas, subiendo la colina, encontrarás tiendas donde los turcos venden sus ropas de ceremonia. Resulta curioso, aunque no creo que te compres nada.

Pero antes de perderte hacia arriba por esas calles en dirección del Gran Bazar o a donde quiera que vayas, debes entrar a visitar la Mezquita Nueva (Yeni Cami). Para nosotros, equiparable en belleza a Santa Sofía y a la Mezquita Azul. Es, quizás, nuestra mezquita preferida de Estambul. Esta, la Mezquita Nueva, sí es verdaderamente azul por dentro. Tiene unos colores intensos que te sorprenderán. Es simplemente preciosa.

Nos quedan todavía un par de sitios que no puedes dejar de visitar antes de que cambiemos de orilla: el Gran Bazar y la Mezquita de Suleiman.

Para encontrar el Gran Bazar, lo mejor será que preguntes a la gente o vayas con un mapa en la mano. Eso sí, ten en cuenta que te vas a perder. Lo más posible es que entres por una puerta y salgas por otra muy lejana y muy desorientado (tiene nada más y nada menos que 22 puertas). Así que déjate llevar y disfruta. Súmete en la desorientación y callejea después allá por donde salgas. Estando donde estás, seguro que será precioso e interesante. Igual hasta tienes suerte y acabas saliendo por la zona de las librerías antiguas, donde puedes comprarte miniaturas pintadas a mano sobre antiguas hojas del Corán.

Y es que el Gran Bazar es uno de los mayores del mundo, con 64 calles y más de 4000 tiendas. En torno a 300 000 personas lo visitan cada día y unas 20 000 trabajan en él. Ya podrás imaginar el trajín que hay en su interior… Se construyó en 1455, aunque se tuvo que reconstruir la mayor parte de él tras un terremoto en 1864.

Otro consejo para el Gran Bazar (además del de regatear) es que si algo te ha gustado mucho, no te alejes demasiado pensando que ya volverás más tarde para encontrarlo… Es posible que eso nunca suceda. Hay algunos rincones inhóspitos del bazar que parecen espejismos, llenos de antigüedades, antiguas telas tribales y lamparitas mágicas.

También debes cargarte de paciencia para tu paseo por él. Los vendedores van a por ti y en los estrechos pasillos que suben y bajan se acumulan muchos turistas. Por no hablar de la enorme exposición a luces, colores y multitud de objetos de lo más diversos. ¿Alguna vez has querido comprarte una de esas preciosas lámparas turcas de cristalitos de colores? Este es tu lugar. ¿Quieres un auténtico backgammon (o tavla, como la llaman en Turquía) tallado en madera con incrustaciones de nácar? Este es tu lugar. ¿Un precioso pañuelo de seda? ¿Ropa de imitación? ¿Juegos de té? ¿Alfombras? ¿Joyas? ¿Cachimbas? ¿Cerámicas? Este es tu lugar. Seguramente volverás más de una vez.

Algo curioso que sucede a las horas del rezo es que encontrarás muchos puestos vacíos. Sí, totalmente abiertos y vacíos. Porque los vendedores se habrán ido a rezar. Así que ya sabes, si empiezas a escuchar el canto del muecín… Quizás no puedas comprar durante un buen rato en algunas de las tiendas…

Por cierto, una de las experiencias que merece la pena vivir en Turquía, si no lo habéis hecho antes, es ir a un baño turco, a un hamam. Muy cerca del Gran Bazar hay uno llamado Çemberlitaş que tiene varios siglos de antigüedad, construido en 1584. La experiencia es de lo más gratificante. Apenas cubierta con unas braguitas y una toalla que luego debes quitarte en el interior, pasas un rato entre los vapores de una sauna esculpida en piedra, de forma circular y con una bóveda central. En los laterales, hay una serie de fuentes de agua fría, con la que las gruesas y toscas mujeres turcas que vendrán a frotarte todo el cuerpo te lavarán también la cabeza. En este hamam, las mujeres van por un lado y los hombres por otro. Pero existen otros donde ambos sexos pueden entrar juntos y tienen, además, precios más económicos. Dejamos aquí el enlace al hamam de Çemberlitaş: https://www.cemberlitashamami.com/cemberlitas-hamami_es_es/#

Coronando la margen izquierda del Cuerno de Oro y muy cerquita del Gran Bazar, se alza majestuosa otra de las grandes mezquitas de la ciudad: la Mezquita de Suleiman.

Esta mezquita, de color salmón por sus cerámicas del interior, puede no resultar tan sorprendentemente bella como las anteriormente mencionadas. Sin embargo, también merece una visita. Se construyó en el siglo XVI y compite en tamaño con la Basílica de Santa Sofía. No obstante, para nosotros, lo mejor de acercarte a visitar este punto, son las impresionantes vistas panorámicas de Estambul. Si bajas por las calles que hay a tus pies, según estás en la mezquita mirando hacia el Cuerno de Oro, el Bósforo y Taksim, te recomendamos que te fijes muy bien y entres a alguno de los bares que te indican que tienen terraza en el ático. Allí arriba podrás tomarte algo muy relajado (ya que poca gente conoce estas terrazas) y disfrutar de los mágicos colores blancos de Estambul y el azul celeste de las aguas del Bósforo allá al frente. Observa Asia mientras te tomas un té turco en Europa.

El Puente de Gálata es el camino más transitado que une ambas orillas del Cuerno de Oro y seguramente es el que utilices para cruzar de Eminönü al más occidental barrio de Taksim y Pera. Sin embargo, este puente no es únicamente un puente, sino también un rincón lleno de actividad. Puedes curzarlo por arriba o por abajo. Por arriba, andarás junto a las decenas de pescadores que pasan las horas pescando pequeños peces que después te venderán en bocadillos por los puestecitos ambulantes de los alrededores. La verdad es que están bien buenos, aunque no es muy práctico comerse un pescado en bocadillo, por el tema de las espinas. Pero te recomendamos que los pruebes. Si lo cruzas por abajo, encontrarás un montón de restaurantes donde comer pescado (bien servido, no entre panes…) o incluso fumarte una cachimba casi a ras del mar. Nosotros te recomendamos el restaurante del padre de una amiga con excelente trato y calidad: Marinero Cafe & Restaurant.

La plaza de Taksim, con su característico monumento a la República, es famosa por las manifestaciones multitudinarias que se han ido convocando en los últimos años en Estambul. Esta plaza, en el punto más alto del barrio de Beyoğlu, puede ser el lugar de inicio o de final en tu paseo por la interminable y ancha calle de Istiklal. Si has decidido emprender la subida viniendo desde el Puente de Gálata, puedes hacerlo andando si tienes buenos pulmones y quieres subir disfrutando de las pequeñas tienditas de recuerdos, artesanías, cuadros, jabones, instrumentos musicales, ropa vintage y antigüedades; o, si las cuestas te cuestan, puedes coger el funicular llamado Tünel que te subirá en un par de minutos. Si eliges hacer tu recorrido en esta dirección (andando, porque el funicular te dejaría un poco más arriba), te toparás con la icónica Torre de Gálata poco antes de llegar a la calle de Istiklal.

La Torre de Gálata se construyó en sus inicios para servir como faro allá por el año 528, aunque no tenía la forma de hoy en día, ya que se reconstruyó en algunas ocasiones y después sirvió como torre de vigilancia. Subir a ella es visita obligada, ya que las vistas panorámicas de Estambul son impresionantes. Lo malo es que suele haber muchos turistas y no puedes disfrutar de ellas como sí lo puedes hacer, por ejemplo, si te tomas algo en una de las terrazas de algunos áticos aledaños. La entrada para subir a la torre cuesta 25 liras.

Istiklak Caddesi (la calle de Istiklal) es la principal avenida para ir de tiendas (modernas). Es peatonal, aunque hay que prestar un poquito de atención a un pequeño vagón-tranvía de estética muy fotogénica que la sube y la baja de vez en cuando. A lo largo de la calle hay siempre músicos callejeros, grupos espontáneos de gente que se pone a bailar estilo turco agarrados de la mano (aunque esto también es fácil encontrarlo en el puerto de Kadiköy o cualquier otro punto de transición de gente, los turcos son muy dados a sumarse a este baile) y unos puestecitos de helados de tacto chicloso que llevan sorpresa en la forma de servir… Pídele uno a tu compañero de viaje y haz un vídeo mientras se lo sirven.

También es recomendable apearse de la calle de vez en cuando y adentrarse en alguno de los pasajes de estilo romántico modernista que caracterizan el barrio de Pera y que podemos encontrar en el lado izquierdo (si estamos ascendiendo la calle), como son el Pasaje de las Flores (Çiçek Pasajı) y el Hazzopulo Pasajı, para tomarse un té en sus bajas mesitas de metal de algún patio interior o un café turco (türk kahvesi) y merendar algunos dulces típicos como el delicioso baklava. También muy cerca del Pasaje de las Flores tenemos el mercado de pescado (Balik Pazari) donde podemos cenar pescado y hacer un rakı-balik, que es un modo de cenar meze (entrantes generalmente vegetales) y pescado acompañado de rakı (fuerte licor de sabor anisado) muy tradicional y recomendable. Por supuesto, no es el único lugar donde podemos hacerlo.

Continuando nuestro entretenido paseo por Istiklal Caddesi, podemos volver a perdernos por las callejuelas pero esta vez por el lado derecho, si queremos encontrar una calle a la que los estambulís llaman «el pequeño París». Simplemente se trata de una calle muy empinada con varias cafeterías y bares de toque más parisino. Aunque lo cierto es que toda esta zona de Pera y Beyoğlu tiene de por sí un toque mucho más occidental y ese aire como de otra época, vintage, panfletista y artístico al mismo tiempo.

Si buscas vida nocturna para salir de fiesta, además del barrio de Kadıköy (del que te hablamos un poco más abajo), la zona de Istiklal tiene buena oferta para los fiesteros. Aquí encontrarás la fiesta más cosmopolita, ya que es el lugar de fiesta más conocido por los turistas y muchos de los extranjeros residentes en Estambul. Encontrarás bares de todo tipo, incluyendo una curiosa casa con varias plantas dedicadas a la música reggae, todo un ambientazo.

Si quieres descansar los pies mientras disfrutas de un espectáculo auténtico de Turquía, bien cerquita de la Torre de Gálata tienes el lugar perfecto para ir a ver bailar a los derviches: el Museo Mevlevi de Gálata (Galata Mevlevihanesi Müzesi). Es esta una danza meditativa en la que los bailarines van entrando poco a poco en trance. Con la música en vivo, podrás ir viendo cómo uno a uno, cada derviche va poco a poco desplegando sus brazos y entrando en un círculo de giros sin fin. Consulta los horarios porque no hay tantos pases diarios.

Si disponías de poco tiempo para visitar Estambul, hasta aquí los monumentos y enclaves que no podías perderte. A partir de ahora, te vamos a seguir recomendando lugares que continuarán despertando tus sentidos.

La Iglesia de San Salvador en Chora (Kariye Müzesi), al igual que Santa Sofía, fue antaño iglesia bizantina y actualmente es un museo. No nos pilla de camino, ya que en sus tiempos se construyó fuera de las antiguas murallas de Bizancio. Pero si tenemos tiempo, bien merece la pena un desvío para conocerla. Esta pequeña joyita fue construida en el siglo XIV. Pasó también por manos musulmanas y se convirtió en mezquita, cubriéndose por aquel entonces todos sus muros con yeso. Afortunadamente, las pinturas y mosaicos bizantinos se conservaron bastante bien bajo el yeso y hoy en día regalan oro y color a nuestros ojos. La entrada cuesta 45 liras. Vigila los horarios, ya que no cierra muy tarde y sería una pena ir hasta allí para encontrarla cerrada.

Ya que estás ahí, te recomendamos que busques un par de calles más arriba los restos de las murallas de Bizancio. Si no te importa trepar un poco, puedes subirte y obtener nuevas vistas de la ciudad. Además, si decides hacer el camino de ida y/o de vuelta andando, puedes caminar junto a la orilla del Cuerno de Oro y contemplar los barquitos fondeados. Algunos son modernos, pero también encontrarás auténticas preciosidades de madera al más puro estilo otomano. Además, cuando hace buen tiempo, los parques del paseo están llenos de familias turcas haciendo pícnic y barbacoas.

Por otro lado, si lo prefieres, en vez de andar junto al agua, puedes volver callejeando por el barrio de Fatih, que es bien auténtico, por pertenecer a una de las zonas más islámicas de la ciudad pero poco o nada turística. Puede que te cruces con algunas mezquitas interesantes, tiendas curiosas o simplemente veas la vida normal en las calles tranquilas.

Todavía más lejos que Chora está el famoso Cementerio de Eyüp, allí donde el Cuerno de Oro ya se aproxima a su fin. Desde él, de nuevo en las alturas, tendrás una perspectiva panorámica muy diferente de la ciudad. Dicen que este cementerio musulmán es lugar de peregrinaje para muchos turcos por su singularidad y por ser un lugar sagrado. Paseando por él, colina arriba o colina abajo, podrás ver miles de tumbas musulmanas, algo curioso y con una belleza especial. Eso sí, para llegar hasta aquí sí que te recomendamos que cojas transporte. Después de pasear por el camposanto, puedes tomarte un café en la cafetería Pierre Loti, que es un lugar emblemático, mientras disfrutas de las vistas.

Hay algo que muchos turistas hacen, y es dar un paseo en barco por el Bósforo. Nosotros creemos que puede resultar interesante. En primer lugar, porque así sacias tu curiosidad sobre cómo es el Bósforo. En segundo lugar porque, aunque no resulte espectacular, sí es bonito ver las casitas y palacios en las faldas de las colinas que bordean el estrecho. Sin embargo, no nos parece uno de los imprescindibles de Estambul. En nuestra opinión, merece la pena si ya has tenido tiempo de ver antes las maravillas que te hemos mencionado al comienzo del post.

Si decides dar uno de estos paseos, contratarlo es de lo más fácil. En el puerto de Eminönü hay muchos vendedores que estarán encantados de que lo reserves con ellos. Tienes distintas opciones según la duración que quieres que tenga tu excursión en barco. Lo ideal sería coger al menos la que dura hora y media y llega hasta el segundo puente, desde donde podrás ver la Fortaleza Rumeli Hisar. Si dispones de más tiempo, puedes permitirte una excursión de medio día o más y te hace ilusión ver el final del Bósforo diluyéndose en el Mar Negro, puedes coger alguno de los barcos que te deje en el pueblo de Anadolu Kavağı. Este es un pequeño pueblecito construido casi sobre el agua en el que podrás comer en algún restaurante y, consultando previamente los horarios de vuelta de los barcos, tendrás tiempo de subir hasta una fortaleza en ruinas para disfrutar de las vistas del Mar Negro no tan lejos de ti.

Hay más maneras de disfrutar del Bósforo. Por ejemplo, si viajas con mucha gente, siempre tienes la opción de alquilar un barco que te lleve durante todo el día navegando por este estrecho para hacer una fiesta a bordo e incluso saltar desde él para darte un baño fresquito.

Antes de saltar a Asia, todavía queremos hablaros de dos o tres sitios emblemáticos más en el lado europeo de Estambul.

Uno de ellos es el barrio de Ortaköy. Con su característica mezquita al borde del Bósforo justo debajo del primer gran puente del estrecho. Se trata de una zona muy animada por la que se puede dar un pequeño paseo y probar las tradicionales patatas asadas rellenas de maíz (entre otras muchas cosas) que venden allí en los puestecitos.

Cerca de allí, entre Beşiktaş y Kabataş, se encuentra el Palacio de Dolmabahçe, residencia de los últimos sultanes y del indiscutible icono turco: Atatürk. Este palacio, construido a mediados del siglo XIX, puede resultar menos atrayente y nada exótico para los occidentales, ya que se trata de un edificio que mezcla el estilo otomano con el neoclásico, el barroco y el rococó. Aunque eso no le resta belleza e interés histórico. Hoy en día es un museo (con una superficie de 15 000 metros cuadrados) y tienes que pagar una entrada de 60 liras (más 20 liras extra si quieres visitar el harén). Los lunes está cerrado y las visitas han de ser guiadas. Lo cual está muy bien, pero sólo hacen las visitas guiadas en inglés o en turco, aunque haya folletos en más idiomas (entre ellos el español).

Muy, muy cerca de ahí está el barrio de Nişantaşı . Conocido como el barrio más glamuroso y chic de la ciudad. Si te interesa hacer compras de lujo y te gustan las tiendas y cafeterías de alta gama, los edificios estilo art nouveau y el ambiente más occidental y cosmopolita, visítalo. Si no es así, no merece la pena que vayas. Este barrio rompe con los esquemas de Estambul, siendo una zona donde se han acomodado no sólo las familias adineradas, sino también muchos artistas e intelectuales, confiriéndole también cierto aire bohemio.

Ahora sí, nos vamos a la otra orilla: ¡a Asia! Queremos comenzar hablando de nuestro barrio, aquel en que vivimos dos años y que, para nosotros, merece mención especial y que, una vez vistos los monumentos y enclaves más imprescindibles de las zonas de Eminönü y Gálata e Istiklal, hay que visitar: Kadıköy.

En el barrio de Kadıköy puedes pasar un día entero descubriendo la cara joven, artística y bohemia de Estambul. Hay tantas cosas que puedes hacer… Si te hospedas en Europa, aunque puedes coger el metro subterráneo que cruza por debajo del mar, lo más bonito será que te desplaces cogiendo un ferry. Las vistas son preciosas y puedes divertirte dando de comer a las gaviotas, observando la apertura del mar hacia el Mármara (con sus lejanas hileras de cargueros esperando luz verde para poder cruzar el Bósforo) u observando el más famoso de todos los skylines de Estambul: el perfil del Palacio de Topkapi, la Mezquita Azul y Santa Sofía, con sus minaretes tratando de alcanzar el cielo, como agujas desafiantes a la gravedad. Con suerte quizás hasta veas algún delfín.

Una vez en Kadıköy, piérdete por sus calles. Sobre todo por el barrio de Moda, que, nunca mejor dicho, se ha puesto de moda. En él encontrarás numerosas tiendas vintage, con ese toque bohemio (vinilos, libros de segunda mano, antigüedades…). El barrio de Kadıköy se caracteriza también por la cantidad de grafitis y escaleras de colores que le dan un aire especial. Todo el barrio de Moda está rodeado por un paseo marítimo de parques. En ellos siempre hay mucha vida. Gente haciendo pícnic, paseando, a veces incluso se organizan bailes… En la zona del paseo más cercana al puerto de Kadıköy hay sobre las rocas muchos puestos con globos de colores a los que los turcos tiran con la carabina, como si estuviéramos en las ferias; o latas de refrescos, para tirarlas con una pelota como si fueran bolos; o te venden algodón de azúcar, fabricado en el maletero de un coche… Todo muy turco, muy improvisado, muy de andar por casa. En esa zona, en un atardecer despejado, podrás guardar en tu retina una de las fotografías más hermosas de tu existencia: el perfil de Estambul, la antigua Constantinopla, de colores suaves y azul celeste en el mar, observando Europa desde la costa asiática.

En el otro extremo del paseo marítimo, por la mañana, podrás hacer algo muy turco que a nosotros nos gustaba mucho hacer con nuestros amigos los fines de semana: un kahvaltı. Es decir, un desayuno. O, por las dimensiones que tiene y las horas a las que lo puedes hacer, lo que aquí llamaríamos un brunch. Hay múltiples lugares donde puedes hacer un kahvaltı, sin embargo, a nosotros nos gustaba especialmente un lugar, en el parque de Moda junto al mar, donde el desayuno es bufet libre y puedes pegarte allí al sol, con la brisa marina, comiendo queso, tomate, mermeladas, aceitunas, salchichas, huevos… tantas horas como quieras.

Otra de las cosas que más nos gustaban de nuestro barrio eran los bares, tan originales. Hay dos calles principales de bares en Kadıköy : Barlar Sokak y Mini Barlar Sokak. Si quieres salir de fiesta por este barrio, pregunta por ellas. Pero también, si simplemente quieres tomarte unas cervezas, pregunta por ellas. Ambas calles, en especial la de Barlar Sokak, están flanqueadas por bares que son casas enteras, cada una de un estilo distinto y la mayoría de ellas con terrazas en la calle o patios-jardines traseros y algunas de ellas son tan originales que hasta tienen chimenea. Muchas de ellas tienen música rock o música en vivo. Eso sí, el tipo de fiesta que encontraras en la mayoría será una fiesta tranquila, más bien de estar sentado hablando con los amigos, aunque también puedes encontrar algún sitio para bailar. Mientras estás tomando algo allí en la calle, escucharás de vez en cuando al hombre que viene con su carrito vendiendo palomitas: «patlamış mısır!» o puedes acercarte al que esté en la esquina vendiendo mejillones. Te sonará raro, pero es de lo más común pararse a comer unos mejillones en Estambul.

En estas calles no sólo estarás muy a gusto tomando algo, sino que también tienes un montón de restaurantes donde puedes cenar las típicas sopas turcas (çorba), kebabs (te recomendamos el şiş kebab, hecho a la brasa), el kokoreç (son madejas), etc. Aunque, eso sí, si quieres probar las mejores sopas turcas, te recomendamos el Dürümcü Emmi, uno de esos restaurantes al que acuden los juerguistas para recenar sopa. Puede sonar raro, pero creednos, te dan la vida… Aunque es posible que te pille un poco a desmano.

Por en núcleo de Kadıköy, ya en las calles cerquita del puerto, puedes encontrar muchas tiendas en las que comprar delicias turcas, baklava, café y otros dulces. Y si subes andando un poquito, encontrarás la calle del mercado del pescado, Balik sokak. Esta calle merece la pena pasearla de día, para escuchar a los mercaderes: «buyrum, buyrum…!» y disfrutar de todos los colores de las frutas, las verduras, los pescados, los encurtidos, los dulces, las especias y los tés. Por las calles contiguas encontrarás también muchos restaurantes perfectos para hacer un rakı -balik.

En fin, Kadıköy es para disfrutarlo.

También en el lado asiático hay un barrio interesante que nos ofrece otra perspectiva de la ciudad: el barrio de Üsküdar. Este barrio está muy cerca de la pequeña islita de la Torre de la Doncella, que podremos contemplar mejor desde aquí y a la que se puede acceder en ferry para visitar el museo o el restaurante que hay en su interior. Esta torre, que esconde un par de leyendas, es uno de los símbolos de Estambul.

Si queremos adentrarnos más por las calles de Üsküdar, podemos ir en busca de los trampantojos de Pejac que el autor dejó diseminados sobre los muros de ciertas calles de este barrio. Puede ser una manera de pasar un rato paseando, pero merece la pena sólo si estamos pasando un tiempo prolongado en la ciudad y queremos conocer algo nada turístico.

Otro enclave en el que merece la pena pasar el día si tu tiempo en Estambul te lo permite, son Las islas príncipe (Adalar). Se trata de varias islas pequeñitas situadas muy cerca de la costa de la parte asiática de Estambul, en el Mar Mármara. Para llegar hasta allí tendrás que coger un ferry. Desde Kadıköy salen varias veces al día. Quizás lo más bonito y especial de pasar el día en ellas es que verás la inmensidad del lado asiático de la ciudad, con sus casas y rascacielos subidas a las colinas que, de otra forma, te habrían quedado ocultas. La más grande de ellas y la más interesante para visitar si sólo vas a estar en una, es Büyükada.

Algo especial también en estas islas es que no se puede circular en coche, por lo que tendrás que pasear por ellas andando, en bicicleta (que puedes alquilar allí) o subido a un coche de caballos, que son muy bonitos y muy románticos pero los caballos parecen un poco famélicos… Si es tiempo de verano, también puedes bajar a alguna de las playas, aunque parece que todas son playas privadas de pago, por lo que no merece mucho la pena, ya que tampoco son grandes playas precisamente. Lo más bonito es dar un paseo, disfrutar de un poquito de naturaleza y de la belleza de las casas otomanas de madera que abundan por ahí.

¿Tienes más días para pasar en Estambul y ya has visto todo lo que querías ver en esta gran ciudad? Pues aquí te recomendamos tres destinos de verano ideales para pasar un día o un fin de semana. Se trata de tres zonas de playa en el Mar Negro (Karadeniz): Ağva, Şile y Kilyos.

La más bonita, sin duda, la primera. En Ağva puedes moverte por acantilados y playas (nosotros lo hicimos con unas bicicletas que alquilamos allí) y pasar un par de días disfrutando del azul turquesa del mar, de los baños de rocas, de playas de arena y hasta de fiestas nocturnas en la playa. Puedes llegar en autobús, pero está demasiado lejos como para ir sólo a pasar el día. Realmente si decides ir a conocer este bonito rincón de playa, lo mejor será que hagas allí al menos una noche. Puedes pasar dos días de excursiones y playa y tomarte unas Efes o Bomontis (cervezas turcas por excelencia) en algún chiringuito de madera improvisado mientras juegas a la tavla con tus amigos.

Tanto Şile como Kilyos son playas en la zona del Mar Negro más próxima a la ciudad, por lo que son ideales para ir si sólo dispones de un día y no puedes quedarte a pasar noche. Sin embargo, y aunque también puedes llegar hasta allí en autobús, ten en cuenta que el viaje no durará menos de 2 o 3 horas (3 en el caso de Şile), ya que sólo salir de la ciudad te llevará más de una hora (el tráfico estambulí es uno de los peores del mundo). Por lo tanto, son excursiones de madrugar. Estas son playas extensas ideales para el baño, aunque, por su fácil acceso, hay mucha más gente en ellas. Lo bonito es que no son destinos turísticos, así que te sumergirás en la vida de la playa turca.

En definitiva, ¿cómo disfrutar de Estambul? Piérdete por sus calles, encuentra callejones, mercadillos y mezquitas ocultas y disfruta de los miles de gatos callejeros, de los colores de las flores, de las frutas, de las especias, del cielo y del mar, engulle los olores a especias, café turco y carne a la brasa, déjate sorprender por todos los sonidos de Estambul: los dados sobre la tavla callejera, los cánticos hipnóticos de los muecines de las mezquitas, los gritos de los vendedores («buyrum, buyrum…!», «bir lira ya, bir lira yaaaa!!»), los músicos callejeros y el trajín general de la ciudad (los pitidos de los autobuses, de los barcos, los gritos de las gaviotas…) Y, sobre todo, recuerda que estás en uno de los lugares más increíbles y mágicos del mundo. Estás, nada más y nada menos que en Estambul.

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