YAKARTA, SUCIA CIUDAD

Un último día le resta a nuestro viaje. Yakarta no entraba en nuestros planes, pero al final decidimos pasar un día en ella simplemente para tener tiempo con margen de maniobra antes de nuestro vuelo de vuelta a casa, para que si algo se nos retrasara, no nos pillase en la otra punta de Indonesia y, ya de paso, para darle una oportunidad a la capital del país.

Bueno, si no tenéis necesidad de ir, podéis ahorraros perfectamente esta ciudad roñosa, sucia y maloliente. ¡Ay! siento describirte así, Yakarta…

Sin embargo, si no os queda más remedio que pasar en ella un día, o medio, aquí os contamos algunas de las cosas que podéis hacer.

Antes de nada, decir que aquí el servicio de Grab o Gojek no incluye los peajes. Saberlo os ahorrará alguna discusión, que nosotros nos llevamos por delante. Por otro lado, al menos en nuestro hotel, el papel higiénico tampoco debe de formar parte de lo indispensable en una habitación, ya que cuando preguntamos por él, nos mandaron a comprarnos uno al supermercado. 

Las calles de esta ciudad, más aún que las que hemos visto en otras ciudades o zonas del país, son sucias, están llenas de canales de aguas putrefactas y malolientes y parecen invitar al viandante a marcharse de allí. Suele no haber aceras o, si hay algo de ellas, están rotas e invadidas por coches aparcados, puestos ambulantes o escombros. Muchas veces te toca andar con el tráfico, mientras las motos casi te rozan al pasar. Nosotros, aunque cogimos algún Grab, queríamos andar por la ciudad, por aquello de callejear y tal… Hasta que ya no pudimos más.

Hay pocos turistas aquí y también te saluda mucha gente: «Hello Mister!», «Where do you go?» Los indonesios aquí también son sonrientes, amables y curiosos por hablar contigo.

En Yakarta puedes visitar la tercera mezquita más grande del mundo. La mezquita Istiqlal, construida entre los años 60 y 70 por un arquitecto cristiano es, sin duda, curiosa y diferente a cualquier otra mezquita que hayas visto antes. Por fuera es una mole de hormigón. Por dentro, inmensa, con una cúpula dorada y columnas de un metal entre azul y plateado.

La entrada es gratuita y te prestan una túnica para taparte. Por cierto, durante todo nuestro viaje, en todos los templos que hemos visitado te prestan un sarong para poder taparte las piernas y entrar, así que no caigáis en la trampa de las mujeres que en las inmediaciones tratan de venderte uno diciéndote que lo vas a necesitar (sobre todo en Bali). En la mezquita de Istiqlal una mujer nos acompaña a los dos por el interior y nos explica todo el simbolismo que hay en la construcción de la mezquita, en el número de columnas que sostienen la cúpula, etc., así como otros detalles sobre la forma en que rezan (cuando la visitamos están en pleno rezo) y su significado. Resulta muy interesante que te lo expliquen todo.

Junto a esta gran mezquita, se encuentra la catedral de la ciudad. Cristiana, sí. Fue construida entre finales del siglo XIX y principios del XX y con ese techo de madera recuerda al pasado colonial de la isla de Java, la antigua Batavia. También la entrada es gratuita y te dejan un sarong para cubrirte las piernas si vas en pantalón corto.

En el mismo barrio está el parque con el monumento nacional símbolo de la independencia: Monas. Pero cae una solana por esas avenidas a estas horas del mediodía que nosotros lo contemplamos tan sólo un poco de lejos y nos cogemos un Grab para ir a comer al casco histórico: la zona de Batavia

No imaginéis, como hacíamos nosotros, una zona con varias calles peatonales y edificios de la época colonial. Imaginaos tan sólo una calle así y un plaza. Es un rincón bonito y agradable, pero acaba pronto. Muy pronto. Allí comemos y nos tomamos después un café en el antiguo Café Batavia, uno de los edificios más antiguos de la ciudad que aún conserva ese aire de otra época. Eso sí, lo que tomes allí te valdrá el triple que en cualquier otro sitio.

Por la tarde cometemos el error de querer ir dando un paseo hasta la zona de Ancol, junto al mar, para tomarnos algo allí y ver el atardecer. De lo que nadie te avisa es de que esa zona, que es de parques acuáticos, etc. (por cierto, esa quizás habría sido mejor forma de pasar el día caluroso en Yakarta) es una zona a la que hay que pagar por entrar. De esto nos enteramos allí, muertos de sed y de cansancio, sucios y pegajosos tras andar un buen rato junto a los coches y la mierda de la ciudad.

Nos negamos a pagar y ponemos en marcha el plan B: pedimos un Grab y nos vamos a ver el atardecer desde lo alto de Yakarta, en la terraza Skye, sobre uno de los rascacielos. Aquí te cobrarán unos 4 € por una cerveza, pero puede que la necesites a estas alturas del día y el lugar te compensa con comodidad, relax y buenas vistas. Esa zona de la ciudad, más moderna con sus rascacielos, te ofrece también la posibilidad de entrar a algún centro comercial para poder cenar comida occidental o, simplemente, poder pasear un rato sin tener que girarte constantemente para ver si viene alguna moto.

Entre las últimas luces del cielo vemos desaparecer Yakarta y nuestro viaje por Indonesia, entre la bruma de la contaminación, difuminando su final. Abajo, el tráfico fluye por las autopistas y avenidas, como los glóbulos blancos y rojos que corren por  las arterias de un ente gigantesco.

Cómo en todos los viajes que hacemos fuera de la Unión Europea recomendamos ir con seguro si no estamos cubiertos con nuestra tarjeta sanitaria.  Podéis elegir el que más os interese, pero estad atentos sobretodo a unas cuantas claves: que os atiendan en español y con un número directo desde cualquier punto del globo; las coberturas que os ofrecen y la cobertura en caso de pérdida de enlaces o de retraso del medio de transporte, además del reembolso en caso de anulación si cogéis los viajes con mucha antelación.

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