Bueno, ahora toca recuperar viajes pasados, para ir ampliando este blog. Y empezamos con el último que hicimos, un viaje exprés a Roma. ¿Exprés? Pensarás que es exagerar, o incluso el título del post, pero no, llegamos al aeropuerto Leonardo da Vinci o Fiumicino de Roma el sábado a las 9 de la mañana aproximadamente y cogíamos el vuelo el día siguiente, domingo, a las 11.
Pero este viaje empieza unas horas antes… En cuanto salimos de trabajar el viernes, pusimos rumbo con la furgoneta hacia Barcelona, desde donde salía el vuelo. Llegamos a media noche a El Prat de Llobregat, pueblo donde cenamos y dormimos unas horas antes de ir a dejar la furgo en uno de los múltiples parkings nuevos que están alrededor de los aeropuertos, bastante más baratos que los «oficiales». Sin problema para embarcar nos disponíamos a tener un vuelo no muy largo, pero en el que poder dormir algo más de lo poco que habíamos conseguido hacía unas horas.
Para ir al centro de Roma desde el aeropuerto hay dos opciones económicas: el autobús, que fue la opción elegida por 8 euros i/v y aproximadamente una hora de duración; y el tren, que tarda 10 minutos menos y dobla el precio. Ambas te dejan en la estación de trenes (Roma Termini). Esa zona está llena de hoteles y apartamentos, además de estar a unos 10 minutos andando del Coliseo.
Lo primero que hicimos fue ir a dejar las cosas al hotel, que estaba al lado, y aunque aún no nos pudieron dar habitación, dejamos los trastos, ya que no queríamos esperar y perder parte de nuestro precioso tiempo.
Al llegar teníamos 4 objetivos para este viaje: El Coliseo, la Fontana de Trevi, La Capilla Sixtina y por supuesto ver el partido del VI Naciones Italia-Escocia que era el motivo del viaje. Por ello emprendimos camino hacia el Coliseo, y pronto advertimos entre los edificios de una calle su silueta.
Al llegar se nos ofrecen varias personas para que nos unamos a algún grupo de los que van a hacer visita, pero en primera instancia lo rechazamos. Una vez que vimos la cantidad de gente que había en las cola para sacar las entradas y en la de entrar, decidimos unirnos a un grupo, ya que aunque fuese unos 15 euros más caro (27 en total), nos ahorraba todas las colas, y como no íbamos muy bien de tiempo… Por lo que nos integramos en un grupo para visitar el Coliseo, la colina Palatina y el Foro Romano.
Nada más ver y entrar en el Coliseo te sientes pequeño, primero por sus dimensiones, pero una vez que vas conociendo los hechos que allí acontecieron también por su historia. Es un edificio o monumento en el que ha muerto algo más de un millón de personas, y que ha visto pasar entre sus arcos varios imperios, emperadores, y diferente tipos de espectáculos desde su inauguración en el año 80 d.c. La visita es muy agradable y no se hace pesada, además se empieza a despejar el día, que nos había recibido con algo de lluvia.
Después de ver el Coliseo nos dirigimos a la colina Palatina, la más céntrica de las siete colinas que componen la ciudad de Roma, donde se fundó la ciudad de Roma, y lugar en el cuál, según cuenta la mitología romana, se encontraba la cueva de la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Si tienes la entrada conjunta del Coliseo, no pierdas la oportunidad de entrar, pero incluso si no es así, creemos que merece la pena pagar esta entrada extra, para ver la colina y los palacios que la componen, entre ellos el de las Vestales.
Además con esta entrada tienes acceso al Foro Romano, que en nuestra opinión es lo que verdaderamente vale la pena visitar y todos los lugares que lo componen, como el Arco de Tito, las diferentes basílicas, templos y ruinas que se encuentran allí. Después de una visita más ligera de lo que nos hubiese gustado, y apremiados por el tiempo, nos dirigimos al Estadio Olímpico de Roma, donde a las 15:00, en verdad algo antes para ver el espectáculo de los himnos, teníamos cita con el espectáculo del rugby, en el torneo más antiguo, el VI Naciones.
Vimos y vivimos un gran partido, con el colorido de dos buenas aficiones y el sonido de las gaitas escocesas aún en la memoria. El resultado, lo menos, y una pena que fuésemos justos de tiempo, para no poder disfrutar del tercer tiempo, que se preveía divertido y entretenido en los aledaños del estadio.
Desde el estadio, callejeando e intentando encontrarnos por las calles romanas empezamos con la ruta turística después de recorrer gran parte de la Via Flaminia y ya empezando a anochecer. Llegamos a la Piazza del Popolo y ponemos rumbo a la Fontana di Trevi. A lo largo de las calles que recorremos vemos muchas iglesias., claro, en algún lado tienen que estar las más de 900 que hay en la ciudad. Hemos tenido suerte, porque hace solo dos días que han vuelto a «abrir» la Fontana, para el disfrute del público, después del lavado de cara a la que ha sido sometida, además no la hemos encontrado abarrotada, por lo que hemos podido disfrutar de su belleza.
Seguimos la visita, con un agradable paseo entre callejuelas y nuestros siguientes objetivos no nos dejan indiferentes, una pena verlos cerrados y de noche, pero tanto el Panteón, como la Plaza de Navona y su fuente de los cuatro ríos son lugares de visita obligada.
Después de un descansito para reponernos un poco de la paliza que nos estamos metiendo e ingerir algo seguimos con la caminata, perdiéndonos por la zona más antigua de la ciudad, a orillas del río Tiber, donde se encuentra el puente Sisto. Desde allí poniendo rumbo, pero no destino aún, hacia el hotel nos queda por visitar y disfrutar de la Plaza Venecia, el edificio del ayuntamiento y una de las zonas que más me llamo la atención, quizás pro verla de noche y vacía por completo, me refiero a la formada por el Mercado de Trajano (donde se ubica la Columna de Trajano) y el Foro Augusto.
Seguimos con nuestro paseo y, después de cenar, llegamos al hotel, bastante cansados, por lo que decidimos que aunque son las 23:00, después de la ducha, mejor dormir para poder madrugar al día siguiente y ver qué podemos ver en el poco tiempo que tenemos al día siguiente.
Nada más tomar algo de desayuno, cogemos el petate y ponemos rumbo a la ciudad del Vaticano. Como nos temíamos, al ser último fin de semana de mes, la entrada al Museo Vaticano era gratuita, así que si de normal suele haber largas filas, imaginad lo que había allí… Según vimos en Internet, la gente va antes de las 6 a.m para poder entrar. Completamente tranquilos, ya que somos conscientes de que habrá que dejar la visita al Museo del Vaticano y la Capilla Sixtina para nuestro próximo viaje a Roma, vamos a ver la Plaza de San Pedro y la Basílica con el mismo nombre. La primera, al ser domingo estaba preparada ya para la misa del mediodía, lo que no dejaba admirar toda su grandeza al estar llena de sillas y vallas.
La basílica parece muy grande por fuera, pero aún más por dentro, igual entre otras cosas por toda la gente que hay visitándola. Dentro lo primero que vemos es la escultura de la Piedad de Miguel Ángel y si sigues adentrándote en la basílica además de los impresionantes retablos nos encontramos con el impresionante Ciborio o Baldaquino de San Pedro, una construcción hecha en bronce en el s. XVII y de casi 30 metros de altura.
Una vez acabada la visita a la basílica, dejamos atrás el Vaticano y Roma, dirigiéndonos otra vez al aeropuerto para volver a casa. Eso sí, con la intención de volver para acabar la visita y ver aquello que nos hemos dejado y poder ver con más tranquilidad las ya visitadas. Así que, Plaza España, Museo Vaticano… y, sobre todo, Capilla Sixtina, nos vemos.